Durante la jornada de ayer falleció Juan Cox Huneeus, quien fue el primer director del Colegio Tabancura y también el primer numerario del Opus Dei en Chile.

               Nació en Santiago el 11 de junio de 1932. Estudió medicina en la Universidad Católica, y tras ello, se desempeñó en Roma, donde conoció muy de cerca a san Josemaría. Luego retornó a Chile para trabajar en el área de anatomía patológica del Instituto Médico Legal. A modo de anécdota, directivos de SEDUC señalaban: “Juan Cox se está perdiendo ahí, entre puros muertos”. La razón era simple: creían que el joven médico era la persona indicada para asumir como director del naciente Colegio Tabancura.

               Así fue. A mediados de 1969 se convirtió en el primer director del colegio. “El tema de mi dedicación a la educación nació con la fundación del Colegio Tabancura”, señaló a la revista del colegio años más tarde. Una vez en el cargo, en la apacible chacra “La Esperanza”, Juan Cox empezó a trazar los primeros lineamientos de su gestión, entre ellos, reunirse con los futuros apoderados y seleccionar a los profesores que impartirían clases (entre ellos destacaban Ulpiano Baranda, Mario Banderas, Marta Vial y muchos otros más). Entrevistado por la revista “Sexto 70”, en 1971, agregó que “queremos que el Tabancura sea escuela de libertad, aire puro y agua clara: ocasión para el desarrollo de todas las potencialidades de sus profesores y alumnos, que sea un lugar que rebose de alegría, confianza y optimismo”.

               Años más tarde comentaba: “Una de las metas que el Colegio Tabancura se propuso desde sus inicios fue fomentar entre los alumnos las vocaciones hacia la enseñanza. A nuestro juicio, esto depende radicalmente de la visión que el maestro transmita a sus alumnos de la profesión que desempeña. El profesor entusiasta, estudioso, alegre, optimista, que proclama con su actitud la existencia de una poderosa fuerza interior que lo ha llevado a dedicar su vida a esta maravillosa tarea de educar, es el mejor aliciente para que muchos de nuestros alumnos se entusiasmen por esta labor y sigan nuestras huellas”.

               Entusiasta e incansable, su gestión destacó por sembrar los cimientos que posteriormente convertirían al Colegio Tabancura en un establecimiento de excelencia. Ya por entonces la tutoría y la entrevista con los papás eran un elemento central de la formación de los alumnos. A eso se suma su trabajo en el área académica, otorgando al inglés y el deporte un gran protagonismo.

               En 1978 culminó su ciclo como director, luego de nueve fructíferos nueve años de trabajo. Sin embargo, nunca se alejaría del todo del colegio, ya que en la década del 2000 volvió a hacer clases de ciencias naturales.

               SEDUC, a raíz de la celebración de sus 50 años, tuvo el honor de homenajearlo – en el mismo auditorio donde san Josemaría estuvo en 1974 – junto a otros padres de familia y profesores que fueron protagonistas en la fundación de nuestros colegios. Y una de sus últimas apariciones públicas fue hace un par de semanas, cuando visitó, cómo no, su querido Tabancura y pudo recorrer los “gallineritos”, como se denominaban a las salas de clase de los niños de enseñanza básica, y que databan de la fundación del colegio. Paradójicamente, los “gallineritos” comenzaron a ser demolidos hace unos pocos días, por lo que don Juan alcanzó a presenciar uno de los últimos vestigios de su etapa como director.

               Con su partida, se va una piedra angular en la fundación y consolidación del Colegio Tabancura y de SEDUC. Dejó un imborrable legado en profesores y exalumnos, muchos de los cuales lo recuerdan con inmenso cariño hasta el día de hoy. De hecho, era habitual verlo en actividades de curso organizadas por alumnos egresados. Y es que su fecunda labor formativa, académica y también administrativa – esto último cobra valor teniendo en cuenta el contexto histórico del país y fundacional del colegio – dio el puntapié para que el Colegio Tabancura se convirtiera en la institución de excelencia que es hoy.